Este fin de semana se ha celebrado el examen MIR.
Quienes ya lo habéis hecho alguna vez, sabéis cómo es.
Quienes no lo hayáis hecho nunca, quizás podréis imaginároslo: miles de aspirantes jugándose en una tarde de sábado el resultado de meses, cuando no años, de estudio por lo general intenso y alienante.
Cada año que pasa, crece el ambiente festivo de la salida del examen. Una multitud de familiares, amigos y allegados se agolpa en la puerta del recinto, esperando para recibir a la persona que quieren: esperando para recuperarla, por fin.
Abrazos, besos, gritos, risas, cantos: para celebrar si la impresión fue buena; y para consolar si, por el contrario, fue mala. Pancartas, incluso, como elementos fundamentales del jolgorio: algunas, tan elaboradas y explícitas como la que puede verse junto a estos párrafos.
Al margen de lo que supone como prueba selectiva, como requisito imprescindible para poder optar a una especialidad, ¿puede el MIR ser un recurso de aprendizaje en sí mismo?
Sin duda.
Desde hace 4 años, un grupo de profesionales en activo, especialistas y residentes, encabezados y organizados por Emilio Domínguez (@Emilienko, otorrinoloringólogo de Sevilla) se pone a trabajar desde el mismo día del examen para analizar las preguntas, discutirlas, deducir las respuestas correctas, documentarlas y ofrecerlas de forma altruista a quienes puedan estar interesados en conocerlas bastante antes de que aparezca la plantilla oficial.
Aún cuando no te hayas examinado, y no te juegues nada con tales respuestas, leer los comentarios y apostillas que se añaden a muchas de ellas resulta francamente instructivo. Se publican en los blogs de los integrantes del grupo, y al conjunto de las mismas puede accederse desde Wikisanidad: